Nuestra fundadora

Biografía de la Gran Maestra Cheng Yen

La Gran Maestra Cheng Yen nació en 1937, dentro de un pueblecito llamado Qingshui, ubicado en la costa oeste de Taiwán. Y desde muy pequeña, fue testigo del sufrimiento humano llevado a cabo por las tragedias en el mundo. Empezando por las guerras. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, los ataques aéreos y la realidad trágica de la violencia humana dejó, en aquel entonces, una huella sentimental profunda dentro de la joven Cheng Yen. Luego, fue testigo de los agudos sufrimientos físicos de su propio hermano, tras contraer un enfermedad, mientras cuidada por él dentro de un hospital durante meses. Y cuando su madre necesitó una operación médica de alto riesgo, ella rezó y se ofreció por renunciar años de su propia vida a cambio de su salud. Por milagro, su madre se recuperó sin necesidad de llevar a cabo algún tipo de cirugía. Fue entonces, que decidió convertirse en vegetariana en gratitud de aquella recuperación milagrosa.

Sin embargo, su padre no tuvo esa misma suerte y a las pocas horas de sufrir repentinamente un derrame cerebral, falleció. En aquel entonces, la joven Cheng Yen quedó desconsolada y llena de preguntas sobre el significado de la vida. “Fue lo que me hizo buscar y hallar las enseñanzas del Buda, luego embarcar en el sendero iluminado”, dijo la maestra durante una entrevista.

La muerte de su padre llegó a ser el punto de inflexión que cambió la trayectoria en la vida de la gran maestra. “Cuanto más aprendía de las enseñanzas del Buda, especialmente después de convertirme en monástica [del Dharma], más comencé a apreciar cuán real e ilimitada es [esa] sabiduría”, dijo. Y fue por eso, que decidió huir de casa para convertirse en monja, en busca de ampliar el amor a su familia hacia el resto de la humanidad. Pero su familia no estaba de acuerdo. De hecho, se opusieron a esa cierta idea y cuando se enteraron de sus planes, la trajeron de vuelta a casa.

A pesar de aquella objeción, la maestra de nuevo huyó de casa, otra vez desafiando a su familia. Esta vez, viajando aún más lejos, hacía la ciudad de Hualien. Allí, las condiciones fueron duras pero su compromiso con el Dharma solo la volvió espiritualmente más fuerte. Se afeitó la cabeza como parte de su devoción, renunciando formalmente a la vida laica. Sin embargo, lo hizo sin darse cuenta de que la tradición dicta que uno debería realizar ese tipo de acto bajo la tutela de un maestro. 

Pero las circunstancias fortuitas llevaron a la joven Cheng Yen hacía el Maestro Yin Shun, quien se convirtió en su mentor espiritual. Y a la edad de 25 años, fue formalmente ordenada como monja budista. Fue en ese momento, que su mentor le dio estas instrucciones concisas y profundas: “Ahora que eres una monástica budista, recuerda siempre trabajar para el budismo y para todos los seres vivos”. Desde entonces, es precisamente eso lo que la maestra ha estado haciendo, con autodisciplina, diligencia, frugalidad, perseverancia y, mas que nada, con amor expansivo por todo ser querido.

La Madre Teresa de Asia

La Maestra Cheng Yen dirige sus enseñanzas a través del ejemplo, y creé que la verdadera compasión es más que la simpatía pasiva por la situación de otros; sino, la acción concreta para aliviar directamente el sufrimiento de otros. Su deseo siempre ha sido dar a la gente común la oportunidad de actualizar su compasión para que ellos puedan encontrar ambas la paz y la alegría interna. Con todo eso, poder salvar el mundo. Y es por eso mismo, que decidió establecer la Fundación Tzu Chi.

Por su labor, muchos la consideran como “La Madre Teresa de Asia”. Además, fue nominada para el Premio Nobel de la Paz y ha sido nombrada entre la lista de las 100 personas más influyentes en el mundo por la revista TIME. Pero los elogios mundanos no pueden abarcar el impacto total del inmenso e tangible alivio que la maestra junto al resto de la fundación Tzu Chi brindan a la gente necesitada en el mundo.

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